El Evangelio de Juan presenta a Jesús como la resurrección y la vida. Estas palabras, pronunciadas por Jesús en respuesta a la pregunta de Lázaro sobre si él podría resucitarlo de los muertos, proclaman el poder de Jesús sobre la muerte. Jesús no sólo es capaz de resucitar a Lázaro, sino que él mismo es la resurrección y la vida. Estas palabras tienen un significado profundo para todos nosotros, especialmente para aquellos que estamos tratando de lidiar con la muerte de un ser querido. Jesús nos ofrece esperanza y consolation de que él es, en efecto, la resurrección y la vida.
Qué es Yo soy la resurrección y la vida
Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Sabes esto de ti mismo? ¿Crees esto?
Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mi, aunque muera, vivira. Y todo el que vive y cree en mi, no morira para siempre.
Qué dice en Juan 11 25
Juan 11:25 dice: «Jesús le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá. 26 Y todo aquel que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto?”.
En Juan 11:25, Jesús se presenta como la resurrección y la vida. Esto significa que Jesús es el que da vida a los muertos y que todos los que creen en Él, aunque mueran, vivirán. Jesús pregunta a Marta si ella cree esto, y ella responde que sí cree.
Quién cree en mi resucitara
Jesús les dijo: – Les aseguro que el que cree en mí, aunque muera, vivirá.
En aquel momento, uno de los que estaban allí con él dijo:
-¡Señor, yo creo! Pero antes de que pudiera terminar de hablar, Jesús le dijo:
-¡Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso!
Cierto día, un fariseo llamado Nicodemo, un líder de los judíos, fue de noche a ver a Jesús.
-Rabí -le dijo-, sabemos que has venido de parte de Dios para enseñarnos, porque nadie podría hacer los milagros que tú haces si Dios no estuviera con él.
Jesús le contestó:
-Te aseguro que el que no nazca de nuevo, no puede ver el reino de Dios.
-¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? -replicó Nicodemo-. ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer?
Jesús le contestó:
-Te aseguro que el que no nazca de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.
Lo que nace del cuerpo, es cuerpo; lo que nace del Espíritu, es espíritu. No te admires de que te dije: ‘Ustedes deben nacer de nuevo’.
El viento sopla donde quiere, y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es como sucede con todos los que han nacido del Espíritu.
En aquel tiempo, Nicodemo le preguntó:
-¿Cómo puede suceder eso?
Jesús le contestó:
-Tú eres maestro en Israel, ¿y no entiendes estas cosas?
Te aseguro que nosotros hablamos de lo que sabemos, y testificamos de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio.
Si no me creen cuando les hablo de las cosas de este mundo, ¿cómo creerán si les hablo de las del cielo?
Nadie ha subido al cielo, excepto el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.
Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así también el Hijo del hombre debe ser levantado, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
¿Que cree en mi tendrá vida eterna?
Jesús le dijo:
«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.
Si me hubierais conocido, también a mi Padre habríais conocido; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto.»
Filipe le dijo:
«Señor, muéstranos al Padre, y nos basta.»
Jesús le dijo:
«¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y todavía no me conoces, Filipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo, pues, dices tú: Muéstranos al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo de mí mismo; pero el Padre que permanece en mí, él hace las obras. Creedme que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí; si no, creedme por las mismas obras.
En verdad, en verdad os digo, el que cree en mí, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre.
Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
Si me pidiereis algo en mi nombre, yo lo haré.»
Jesús les habló de estas cosas, y después de esto, les dijo:
«En verdad, en verdad os digo que el que cree en mí, tendrá vida eterna.
Yo soy el pan de vida.
Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron.
Este es el pan que desciende del cielo, para que el hombre no muera.
Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno come de este pan, vivirá eternamente; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.»
En esto murmuraban los Judíos entre ellos, diciendo: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»
Jesús entonces les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros.
El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré en el día postrero.
Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él.
Como el Padre que vive me envió, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí.
Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres que comieron el maná, y aun murieron. El que come este pan, vivirá eternamente.»
Jesús dijo estas cosas en la sinagoga, en Capernaúm.
Al oírle muchos de sus discípulos decían:
«Dura es esta palabra; ¿quién puede oírla?»
Y sabiendo Jesús en sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo:
«¿Esto os ofende?
¿Pues qué, si viereis al Hijo del Hombre ascender a donde estaba antes?
El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.
Pero hay algunos de vosotros que no creen.»
Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar.
Y dijo:
«Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre.»
Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él.
Entonces Jesús dijo a los doce:
«¿Queréis iros también vosotros?»
Simón Pedro le respondió:
«Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.»
Y nosotros hemos creído y sabido que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
Jesús les dijo:
«¿No os he escogido yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es diablo?»
Y hablaba de Judas Iscariote, hijo de Simón, porque este era el que le había de entregar, el cual era uno de los doce.
Cristo es nuestra esperanza de resurrección. Él mismo resucitó de entre los muertos y ahora vive para siempre. Por medio de Cristo, también nosotros resucitaremos de entre los muertos y tendremos una vida eterna.