Dejad a los Niños Venid a Mi

En el Evangelio según Marcos, Jesús dice: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios” (Mr 10:14). Jesús reclamó a los niños como parte de su audiencia y como destinatarios de su mensaje. Él no los excluyó de su rebaño. Por el contrario, Jesús puso a los niños como ejemplo de la fe que él buscaba: “Os aseguro que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él” (Mr 10:15). Los niños tienen un lugar especial en el corazón de Jesús. Él los ama y los acoge.

Por qué Jesús dijo Dejad a los niños venid a mí

Jesús estaba enseñando a la gente, y los discípulos le pidieron que los dejara en paz para que pudieran descansar un poco. Jesús les dijo que dejaran a los niños venir a él, porque el kingdom de los cielos era de los niños como ellos.

La gente empezó a traer a sus hijos para que Jesús los bendijera, pero los discípulos los reprendieron. Jesús se enfadó y les dijo que dejaran a los niños venir a él, porque de ellos era el kingdom de los cielos.

Jesús quería que los niños vinieran a él porque son los que tienen la fe suficiente para creer en él. Los niños no tienen el peso del mundo sobre sus hombros, y por eso son los que mejor pueden recibir el amor de Jesús.

Qué dice la Palabra de Dios de los niños

La Biblia es clara acerca de la importancia de los niños. A través de las Escrituras, Dios nos instruye sobre cómo criar a nuestros hijos, cómo enseñarles acerca de Él, y lo que Él espera de ellos.

La Palabra de Dios nos dice que los niños son un regalo de Dios. En Salmos 127:3-5 leemos: «Los hijos son un regalo del SEÑOR; los frutos del vientre son una recompensa. Como las flechas en las manos del guerrero, así son los hijos de la juventud. Dichoso el hombre que tiene su aljaba llena de ellos. No será avergonzado cuando hable con sus enemigos en la puerta de la ciudad.»

Los niños son una bendición, y Dios quiere que los tratemos como tales. Debemos enseñarles acerca de Él y orar por ellos. Debemos amarlos incondicionalmente y enseñarles a amar a los demás. Debemos guiarlos y protegerlos, y darles un buen ejemplo a seguir.

En Mateo 18:10-14, Jesús nos enseña acerca de la importancia de los niños: «Ve, pues, y apártate de tu hermano. Si peca contra ti, repréndele; y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca siete veces al día contra ti, y siete veces al día vuelve a ti, diciendo: ‘Me arrepiento’, perdónalo.»

Jesús nos enseña que debemos ser perdonadores, incluso con nuestros propios hijos. Debemos amarlos y guiarlos, aunque a veces sean difíciles de comprender. Debemos orar por ellos y confiar en Dios para que les dé sabiduría y entendimiento.

Qué son los niños en el Reino de Dios

Los niños son un regalo de Dios, son una bendición y un don. Dios nos ama a todos, pero tiene un especial amor por los niños. Los niños son pura y simplemente niños. No tienen maldad en ellos, no tienen prejuicios y son inocente. Son una joya del Reino de Dios.

Los niños son especiales para Dios y son muy importantes para Su Reino. Dios quiere que todos los niños vengan a Él y sean parte de Su familia. Los niños son el futuro de nuestro mundo y Dios quiere que cada uno de ellos sea un líder, un guerrero y un pionero en Su Reino.

Los niños son una prioridad para Dios y Él tiene un plan perfecto para cada uno de ellos. Dios quiere que los niños crezcan y se desarrollen en todas las áreas de su vida, y Él nos ha dado todo lo necesario para que esto suceda.

Los niños tienen un lugar especial en el corazón de Dios y en Su Reino. No importa lo que hayan hecho o lo que estén pasando, Dios los ama y quiere que cada uno de ellos sea parte de Su familia.

¿Qué dijo Jesús sobre los niños en Mateo 19 13 14?

Jesús respondió: «Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis, porque de los tales es el reino de los cielos».

Y alzando a los niños en sus brazos, los bendijo, poniendo las manos sobre ellos.

La Biblia nos dice que debemos dejar a los niños solos y dejar que vengan a Jesús. Esto se debe a que Jesús ama a los niños y quiere salvarlos de su pecado. No debemos tratar de forzarlos a que vengan a nosotros, sino dejar que vengan a Jesús por sí mismos.

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